Mi madre, oriunda de Mendoza, provincia argentina lindante con Chile; creció junto a su hermano mayor y una niña también mayor que ella (su hermana de crianza), “Carmencita” como le gustaba que le llamaran pues su verdadero nombre era Carmela.

Cuando Carmencita creció, unió su vida a la de un maestro rural, apasionado por la enseñanza, la historia, la antropología y las tradiciones.

Narciso Sosa Morales (así se llamaba) pasó a ser nuestro “tío Sosa”. Para mí era ese hombre generoso que se hacía el despreocupado cuando en mis juegos rompí una de sus antiguas urnas funerarias indígenas obtenidas con profundo respeto, esfuerzos y muchos kilómetros de paciente búsqueda.

Para el resto de la sociedad fue el Profesor Narciso Sosa Morales, socio fundador y varias veces presidente de “SALAC” Sociedad Argentina de Letras, Artes y Ciencias, la misma que hoy se presenta como “la más grande Institución Cultural de Argentina, América y Europa”, que cuenta con 59 Filiales y 60 Corresponsales Internacionales.

El tío Sosa y la tía “Mela” emprendían largos viajes, llenaban su viejo automóvil con vajilla de acero, cristalería, mantelería y otros enseres del hogar que compraban a crédito pues los ingresos no eran muchos; también cargaban su viejo proyector de diapositivas. Visitaban los más remotos y pequeños pueblos del interior profundo, proyectaban en las plazas públicas las fotografías de sus viajes, ensanchando el horizonte de los pobladores que se agolpaban para verlas y además oír a mi tía recitar los poemas de mi tío Sosa, que la acompañaba con los acordes de su guitarra.

Lo más interesante era el regreso de esos viajes, la carga original había sido trocada por viejos faroles, centenarias urnas funerarias, puntas de flechas, herrajes de la época colonial, antiguas artesanías locales, viejas puertas rescatadas de construcciones semiderruidas y todo cuanto atesorara valor histórico o cultural y que hubiesen encontrado disponible a su paso.

Allá por el año 1958, en una de nuestras visitas, el tío Sosa se enteró de mi nuevo hobbie de coleccionar ”botellitas”. Cuando se lo conté, primero se alegró, después se quedó un rato pensativo, se levantó en silencio y se acercó a un armario de donde extrajo un pequeño objeto que envolvió con mucho cuidado en un  papel color marrón. Lo puso en mis manos y me dijo que nadie mejor que yo para custodiarlo y darle el valor que esa pieza merecía; me contó que se trataba de uno de los primeros objetos que había decidido conservar cuando tendría 10 o 12 años de edad, que lo había encontrado en una vieja cueva donde había andado “explorando” y que ya presentaba los signos de vejez que se le ven en la actualidad.

Cuando lo desenvolví quedé maravillada con ese viejo porroncito de “Ginebra Llave” hecho en barro, miniatura de los mismos porrones de barro originales de esa antigua bebida argentina.

Me quedó pendiente preguntarle si el hallazgo lo hizo en su Conlara natal o en algún otro lugar de las serranías puntanas.

Pasó el tiempo. El tío Sosa se nos fue y nos dejó su recuerdo y sus enseñanzas, todo el material que reunió y clasificó a lo largo de su vida hoy forma parte del patrimonio cultural del Museo Histórico Narciso Sosa Morales de Villa 25 de Mayo en la Provincia de Mendoza.

La vieja botellita de barro sigue en mi colección ocupando un lugar destacado.

Con ésta reseña cubrí dos propósitos:

Primero: Rendir un justo homenaje al Tío Sosa y a la Tía Mela y a su incansable labor permanente por la cultura.

Segundo: Datar aproximadamente a éste porroncito de barro de “Ginebra Llave” del que puede considerarse fue manufacturado entre la última década del siglo XIX y la primera del siglo XX.

Marilú